viernes, 31 de agosto de 2007

Cómo se me ve...


Una duda nos asalta a todos con frecuencia... ¿cómo se me ve?
Qué piensan de nosotros quienes nos conocen un poco, qué quienes nos conocen un algo, y qué quienes nos conocen mejor.
Cuánto nos dejamos conocer para que los demás hagan de nosotros una idea.

Porque muchos de ellos no nos importan, pero otros sí, y algunos mucho.
Porque algunos somos asequibles al conocimiento, y otros no lo somos tanto.
Y vivimos con un título colgado que puede reflejar fielmente la realidad, nuestra realidad... una realidad que creemos cierta y puede ser falsa, o puede ser cierta y la falsea la imagen ajena.

Y nuestro interior duele cuando es conocido por alguien que no lo respeta, sangra si lo conoce alguien que lo pisotea, pero crece cuando lo comprende quien lo aprecia.

Ya sé que hay gente a la que no le importa esto, que va por la vida con cerebro y sentimientos planos... pero también sé de la gente que lo valora, que lo cuida y lo respeta.

Nuestro mundo íntimo está abierto a la intemperie, al alcance de dardos y pedradas.
Pero, aunque lo protejamos con escudos, abierto deberá estar si vivimos.
Por desgracia, morirá si lo cerramos.

¿A quién confiaremos nuestra esencia?... habrá que asumir el riesgo de la apuesta, tendremos que apostarlo en nuestra vida.
Y si perdemos... callados, volveremos. Levantaremos de nuevo la cabeza.

Y al fin... ¿cómo se me ve?... ¿hasta dónde importa?
Cuánto se agradece cuando alguien que lo vale se convierte en vidente de tu alma.

Gracias por eso.
Aunkeduelas.

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domingo, 26 de agosto de 2007

Anhelos...


Tantas veces echamos de menos un hombro...
Sólo su sentimiento para saber que ahí estaba, callando, entendiendo, apoyando.
Un hombro donde reposar la mochila, llorar y dormir después, cerrar los ojos y descansar.
Comprensión, ánimo... y paz.
Nada más, y todo eso.

Tanto tiempo esperando al genio con su deseo. Tiempo perdido.

Es muy tarde, estoy cansado.
Se inicia la tarde de mi vida, el sol camina hacia el poniente... sereno, constante.
Sin tenerme en cuenta, sin hacerme caso.
El alma rebelde, intranquila y amarga, aguanta sin auxilio y sin consuelo.
Espera el atardecer, sólo aguarda.

Queda menos...
Una vida prestando el hombro.
Una vida necesitando de otro.
Mientras tanto, la mochila llena duele como un muerto. Alborotada, caótica.
Lágrimas que no tienen donde caer, solas y secas, desengañadas.

Tanta gente conmigo, tantos amigos, tanta familia, tanta alegría... pero sin hombro.
Tanto prestar el mío, tanta ilusión, tanto despego.
Tanto cansancio.

Tanto anhelo de encontrar uno que descargue mi peso. El alma llena.

Miro al cielo y veo luceros.
Quizás no busqué allí arriba.
¿Y si alzo la mirada? ¿Y si no miro hacia el suelo?

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miércoles, 15 de agosto de 2007

Esperanza


Hoy sólo tengo ganas de estar solo.
De dedicar mi pensamiento a un pensamiento.
De tener esperanza y contagiarla.
Hoy estoy también leyendo.



Y me acompaña Miguel Hernández:

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.


domingo, 12 de agosto de 2007

Melancolía


Hay días...
... en que la melancolía se adueña del alma,
en que los recuerdos afloran y reviven,
y la tristeza vence.
Días con pena y sin gloria.
Días sólo para escuchar a poetas donde guarecerte.

Me siento, a veces, triste
como una tarde del otoño viejo;
de saudades sin nombre,
de penas melancólicas tan lleno...
Mi pensamiento, entonces,
vaga junto a la tumba de los muertos
y en torno a los cipreses y a los sauces
que, abatidos, se inclinan... Y me acuerdo
de historias tristes, sin poesía... Historias
que tienen casi blancos mis cabellos.


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miércoles, 8 de agosto de 2007

Sol de agosto


Tengo la impresión este año de que la costumbre de la gente empieza a cambiar.
Que se vuelve a una situación anterior, de hace ya bastantes años.
Y es que en este mes de agosto de 2007 noto la vida ralentizada, el trabajo ralentizado, las calles ralentizadas.
Recuerdo hace años (puede que muchos) en que Agosto era un mes muerto.
Con sus ventajas y sus desventajas.

Pero la situación fue cambiando hasta convertirse en un mes normal, como marzo o como octubre, con hormigas pululando por todos lados, con trabajo a tope.
Este año hay más tranquilidad.
Menos trabajo, menos gente, menos extranjeros en la Universidad de verano.
Me siento relajado, incluso en una situación de semivacaciones.
Hasta casi sueño que soy un docente. ¡No caerá esa breva!

Pero lo que no cambia, lo que sigue su curso ascendente sin remedio, es la superficialidad de la mayoría.
La falta de espíritu, de alma, de conversación, de sentimientos, de crítica ante la vida y ante la sociedad... ante el mundo en definitiva.
Si no sabes hablar de famosos, de chismorreos, de cotilleos... no eres nadie.

Lamentablemente o afortunadamente, yo no soy nadie.
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viernes, 3 de agosto de 2007

Empezando de nuevo


Todos los años esperando que la vida lejos de aquí se prolongue indefinidamente en el tiempo, que las buenas relaciones con aquella gente no acaben, que los hijos disfruten para siempre de aquellos días y de aquellos amigos, que los paseos a las orillas de las aguas sean perpetuos, que disfrutar de aquellos manjares no cueste quinientos kilómetros...
Pero se acaba como siempre y hay que volver como siempre.

¿Lo peor de la vuelta?... la misma cierta gente que dejé cuando me fui.
Cuanto más viejo soy, menos los aguanto.
Algún día llegará que cometeré una locura. Es una forma de hablar, claro. Cazador no soy y no dispongo de armas que me busquen la perdición.

Se nota que acabo de llegar.

Y, a pesar de todo, sigo siendo optimista. Me sigue gustando la vida, sigo soñando en el futuro como un niño, y sigo viviendo lo que puedo en el presente.
Me espera un mes y medio de ansiedad, de nerviosismo, incluso de insomnios rebeldes, pero confío en poder recibir al final la alegría esperada, allá por mediados de septiembre.
Y pasar y olvidar una importante mala página (aunque alguna otra todavía tenga pendiente).
La esperanza, que no se pierda.
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