sábado, 29 de diciembre de 2007

La enfermedad


La enfermedad es esa compañera que nos amarga.
A nosotros o a los que queremos, nos borra la sonrisa y la libertad de emociones.
Es como un peñasco que se puso delante del camino y nos oculta la visión perfecta que íbamos teniendo de nuestro día a día, de nuestros proyectos e ilusiones, por pequeños que fueran.
Es el cuerpo que se rebela.
Que no permite ser dominado y que, rencoroso, disfruta con la revancha de tanta ira contenida.
Nos damos cuenta entonces de otra gran lección, que asumimos a base de guantazos.
Y es que no somos dueños de todo... ni de algo... ni de nada... ni de nuestro propio cuerpo.

Siempre he aconsejado y he defendido que ante ella sólo tenemos un arma, que no la vence (... o puede que sí), pero al menos la desquicia, la enfurece y la desinfla.
Es el arma de la fortaleza.
La fortaleza del espíritu, la alegría y la esperanza, que vencen como nadie al desánimo... y vencido el desánimo, vencida la victoria de la enfermedad.
Por eso sigo defendiendo esa tesis, por teoría y por experiencia.

Al final, siempre lo mismo.
Nosotros por encima de la creación, si somos capaces de entenderlo y de quererlo.
De levantarnos, de "mandar"... porque sí, porque así lo queremos y ordenamos.
La vida a nuestro servicio y no nosotros al suyo.
No sé con quien conversaba una vez cuando salió esta idea que repito tanto: vivamos la vida y no dejemos que ella nos viva a nosotros.

Y la enfermedad no deja de ser un grano en su cara... que puede aplastarse con la yema de los dedos.
Y que siga teniendo la cara bonita.

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domingo, 16 de diciembre de 2007

Jóvenes


Siento tristeza.Por los jóvenes, la sal y el motor de la vida, la fuente inagotable de alegría y de ganas de vivir.

¿Por qué la obsesión de domarlos, por qué el empeño de meterlos en vereda, sin más, sin contagiar al mundo con sus valores?

¿Puede ser porque a nosotros ya nos han domesticado y vemos peligro en su libertad, porque creemos que tendrán más éxito con el yugo sobre sus hombros, en una yunta con la vida impuesta?
¿Acaso cortamos sus alas al mismo tiempo que su imaginación y su inteligencia por prudencia, por su propio bien?
No, no es por eso.

Vida, sangre a borbotones, amanecer, ilusión, sinceridad sin límite, esperanza sin límite, amor sin límite…
¿Abotonamos su cuello y borramos la sonrisa de sus labios, en bien de la seriedad del mundo, la eficacia, la eficiencia, la norma, la costumbre… el “orden social”?
No es por eso.

¿Por qué un mundo sin jóvenes?
Porque tanta ilusión y tanta “verdad” nos asusta. Nos levanta las faldillas del brasero. Nos mueve la conciencia agazapada en la madriguera. Nos quita la silla y nos obliga a levantarnos. Nos mete en los huesos el miedo al mundo fuera del rebaño.
Los jóvenes, de cuerpo y de alma, no son compatibles con las bolsas de valores, con los parlamentos de mentira, con la política de miniatura, con las clases establecidas, con el dinero de tantos bolsillos, con la pobreza de tantos otros, con el ordenado desorden social, con la justa injusticia…
Sus valores no interesan.

No quiero pensar en el veredicto de aquellos sabios demócratas, antiguos griegos juiciosos de lúcidas ideas y pensamientos, si pudieran levantar la cabeza y vieran en qué nos hemos convertido y en qué hemos convertido la sociedad que ellos empezaron a inventar. En qué hemos transformado la madurez que ellos respetaban. Cómo hemos desfigurado la enseñanza y el camino de los jóvenes. Y cómo hemos trocado sus ilusiones.

Queremos acortar el periodo fértil de la juventud.
Cada vez extendemos más la mano de la insensatez, la opresión y la falsa madurez sobre ellos (qué excusa, la madurez... ¡qué madurez la nuestra!)

¿A quién molesta tanto la juventud de las almas?
Porque si un joven decide seguir siéndolo toda su vida, se le recluirá sin remedio en el rincón de los locos y dementes. Porque el dinero y la vida fácil de algunos es posible con los borregos y difícil con las cabras locas.
La juventud molesta a los intereses y la juventud no tiene intereses. No sabe qué es eso.

Sólo tiene corazón.
Y por eso me gustan los jóvenes… por su corazón puro, corazón todo.
Rezo para que no desperdicien su vida.
Yo sé por qué me pueden llamar iluso e inocente... pero también sé por qué no descerebrado.

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jueves, 6 de diciembre de 2007

Aprender


Aprendiz de todo.
Sigo sintiendo en mi piel la túnica de aprendiz de la vida.
A pesar de conocer tantos aspectos de ella, de enseñar, de ayudar, de mostrar el camino a otros, de salir airoso de dificultades… me sigo sintiendo aprendiz.
Y ese sentimiento me mantiene vivo, porque mantiene una meta en mi mente y en mi inteligencia.
La meta que debo conseguir siempre y que nunca alcanzo.
La meta por la que lucho y me da fuerzas para seguir viviendo.
Una meta intangible, desconocida en su esencia, pero sentida día tras día… desde que una vez fui niño.
La sensación de que debo seguir aprendiendo no sé para qué.
Para llegar a conocer, conseguir y abarcar “la vida”. Sus pequeños detalles, sus trucos, sus problemas.
Con la idea utópica, infantil e ilusa, de que un día conoceré sus secretos y descansaré feliz.
Mientras tanto, sigo aprendiendo, y sigo enseñando lo aprendido.
Aunque algunos tengan la idea falsa de que ya sé mucho, o incluso de que ya sé todo, que confían en mí como si no pudiera equivocarme.
Porque ellos también van aprendiendo, y creen que quien les enseña algo, ya lo sabe todo. Como nos pasa a todos.
Y mientras tanto, mientras transcurren los años de mi vida, que ya van siendo muchos… sigo aprendiendo.
En cada cosa que hago, en cada empresa que empiezo.
No me canso, no termino nunca y no quiero terminar.
Mi imaginación y mi interés no tienen límite, de momento.
Me interesa aprender, quizás porque sigo teniendo esa sensación de que no sé nada.
Que soy un ignorante, que no he hecho nada más que empezar, que la vida me espera a lo lejos, que me falta tanto…
Pero estoy contento. No quiero tener el sentimiento feliz de la satisfacción, como tienen otros que han cerrado las puertas al conocimiento.
Esta sensación y estas ganas de dominar lo que se me ponga delante de los ojos, y hacerlo bien… me mantiene vivo y joven.
Así me siento… como hace unos años, cuando, adolescente, pensaba que toda la grandeza de la vida estaba delante de mí, esperando a que la descubriera.
Al cabo del tiempo he descubierto muy poco…. todavía me falta mucho, o todo, por descubrir.
Sigo siendo un aprendiz, y me sigue gustando.
Aprender… todo y de todos.

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