domingo, 27 de abril de 2008

Otra vida


(Elucubraciones de viejo)

Cuando era más joven, allá por 1987, esta letra de Franco Battiato ya hacía mella en mi pensamiento. Su letra, su voz, su rareza, su soledad, o el conjunto de todo ello.
Mi romanticismo congénito, mi rebeldía innata contra todo, mis sueños de libertad... se alimentaban de este alimento, como de tantos otros.
Entonces, este disco (“Nómadas”) me ofrecía una visión de futuro.
Adaptaba su significado a mi propia esencia y a mi existencia de ese momento.... todo era presente y futuro. El pasado cabía en una cuna de bebé.
Era un futuro alcanzable, porque el futuro y el mundo cabían en mi puño.
Era invencible, todopoderoso, artista de mi propia vida.
Nada se rebelaba al moldeado de mi mano y mi voluntad.

Vuelvo a oír al cabo de los años esa canción... y me doy cuenta ahora de su significado profundo y completo.
Su significado desde una visión de vivencia, de experiencia, de pasado.
Ahora que el futuro no es tan amplio, que las cinchas están más claras, que los sueños tienen límites... que cuenta el ayer.
Ahora que he vivido tanto, que la vida y yo hemos pasado días y noches juntos.
Que hemos reído y hemos llorado.
La letra de Battiato florece ahora con todo el significado en mi mente.
Soy consciente de la fantasía de entonces... maravillosa.
Pero ya su significado es otro, expresa algo mío propio.

“Se quiere otra vida”...
Se necesita valentía para dar la vuelta.
Con ideas claras, la mente limpia y las fuerzas para hacerlo.
Una vez en mi vida las tuve, no hace tanto, y las seguí con ilusión y entrega de niño.
Con inocencia.
Di la vuelta abandonando el camino trazado.
Y recibí a cambio el guantazo más duro que la vida me ha dado.
Mala suerte. A veces se gana y a veces se pierde.

Ahora escucho de nuevo la letra de la canción.
Simple y sencilla. Profunda.
Y la siento otra vez mía... más mía:

...No sirven tranquilizantes o terapias.
Se quiere otra vida...

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lunes, 21 de abril de 2008

Llorones


Raza entrañable.
Raza y no especie.
La de los llorones de corazón blando.

No están de moda, no molan, no ligan, no despiertan pasiones.
Suelen pasar desapercibidos. No son nadie.
Pero es que hoy sólo despierta pasiones la imbecilidad (digo bien el término).
Y es mejor no despertar pasiones que ser un imbécil.

Me gustan los llorones.
Porque su corazón de oro es reflejo de sus emociones y sus sentimientos.
Porque son sinceros, porque son ingenuos, porque son auténticos.
Porque enseñan su alma... y porque la tienen.
No busco su inteligencia matemática, su valentía, su gracia, su simpatía, su éxito.
Para mí no valen nada.
No aportan nada a mi vida.
Busco su inteligencia emocional, su visión de la vida, sus ganas de felicidad inmensa.
El cariño, la cercanía, la sensibilidad... me llenan. Me desarman.
El “corazón blando”.

Si pudiera formar una banda de amigos con esos llorones que voy conociendo con el paso del tiempo... mi vida estaría más llena.
Soy vulnerable a los llorones... “mis llorones”.
Hacen de mí lo que quieren, soy un pelele en sus manos, un monigote de feria, un títere. Probablemente porque ellos no son tiranos.
Por eso me dejo y no puedo remediarlo.
Si quisieran, hasta podrían buscarme la ruina... pero no quieren.
Eso es lo bueno. Así son ellos.

Me iluminan los días en que los encuentro, algunos más conocidos, otros menos conocidos, otros desconocidos a los que conozco...
Son mi sal de esos días.
Lo que me hace esbozar la sonrisa.
Lo que me quita las penas.
Los entiendo y los quiero... puede que porque yo sea en lo más profundo otro llorón sin remedio.

Y hablo en genérico.... porque hay tantos llorones como lloronas... y todos son maravillosos.

Me gustaría corresponderles.
Intento ablandar mi corazón lo que puedo, o lo que me dejan las capas de hormigón que se han ido instalando con el tiempo.

Porque quisiera ser de verdad como ellos.
Quiero llorar y quiero verlos llorar... para sentirme vivo, para sentirme bien.

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