Por más que se repita al cabo de una vida, de unos siglos, y de la historia toda de la humanidad entera, nunca desaparecerá la costumbre del hombre de tropezar con la misma piedra.
Una costumbre tan arraigada en su seno que parece imposible arrancarla de su alma.
Qué obsesión con poner el pie en la misma trampa...
Qué manía con volver al mismo agujero...
No será por masoquismo, ni tampoco por ceguera.
Será por la decisión independiente y libre de cegarse voluntariamente para imaginar que lo que hay no existe.
No es y no está. Porque lo digo yo. Y yo no quiero.
¿Por qué volvieron a poner el canto en el mismo sitio?
El canto estaba....
Mentira ... ¡mentirosos sinvergüenzas!
La verdad para el hombre es que el mundo le odia.
Se empecina en hacerle ver realidades que no existen. No existen porque el hombre lo cree y lo dice. El mundo se equivoca. Y basta.
Lo peor es que la vida también se equivoca entonces.
Por enésima vez el hombre tropieza.
¿Cuándo llegará a apartarse de la maldita piedra?
Decidme amigos...
Y después de la enésima, ¿cuánto falta?
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