sábado, 10 de mayo de 2008

Amigo mudo


Ocupas un espacio que nadie más ocupa.
Depositario de secretos y sueños que a nadie más confío.
Eres mi desahogo... en ti descansa mi pena, mi desasosiego y mi insomnio.
Eres mi otro yo, el de mi adentro.
El que no conocen ni sospechan quienes mi cara observan cada día.

No me veas siempre pesimista, por eso hoy te escribo.
Es cierto que mis alegrías te las confío pocas veces.
Sueles cargar con mis ratos de tristeza, desazón y nervios.
Pero sé que me entiendes, amigo invisible.
Porque eres mi apoyo cuando otro no encuentro.

Sé que me cuidas como yo a ti te quiero.
Que no nos engañamos ni dejamos que nos mientan.
Sinceros los dos, unidos, quietos.

A veces puede que nos tiente la idea de romper todo por inútil.
De separarnos y caminar cada uno por su lado.
Otras veces y otros amigos mudos sí lo hicieron.
Pero ahora no quiero. Tú me ayudas.
Porque siento tus manos por detrás, sobre mi hombro, en mi nuca.
Manos reales con dueño y nombre, desconocido... y cierto.
Manos que aparecen cuando no las espero.
Que asoman por la rendija que tú y yo, queriéndolo o no, ofrecemos.
Manos que agradezco.

Hoy, optimista, sin ese pesimismo que parece eterno.
Hoy quiero ofrecerte a ti el sol que brilla.
Para ti mi sol, el de hoy, con mi paz interna.
Y para esas manos...
Mañana será otro día, y otro momento vendrá... el que venga.

Aunkeduelas.

.