miércoles, 28 de enero de 2009

Cadenas oxidadas


Esta expresión que alguien cita en un correo personal me hace reflexionar de nuevo sobre mi vida.

Hay cadenas en nosotros que están vivas y vigentes, y hay otras cadenas que están oxidadas, casi muertas. Y las dos encadenan por igual.
La diferencia es que las primeras forman parte de nuestra vida actual y participan en ella para lo malo y también para lo bueno. Son cadenas aceptadas, incluso deseadas.

Pero las cadenas oxidadas, ¿para qué sirven?

Sujetas por el pasado o por los recuerdos, se alargan en una sucesión de eslabones que alcanzan nuestras manos y nos esclavizan.
Unas veces porque no podemos, otras porque no queremos, o porque no nos atrevemos, continuamos atados a ellas como perros famélicos a carne envenenada.
A nuestro pesar, forman parte de nuestros días, limitándonos, haciéndonos sufrir o llorar... y ahí seguimos.

Me dice que es más fácil y más aconsejable romperlas que intentar hacer que recuperen de nuevo su esplendor.
Pero tantas veces te agarras a ellas pensando que lo que hay al otro lado, que ya no es sino un edén marchito, todavía conserva su imagen fabulosa. Aunque no sea cierto, aunque ya no la veas, no quieres borrarla de tu fantasía.
Y tantas otras no eres tú el que se agarra. Porque el otro extremo está sujeto por alguien que quiere mantenerte así, y así las prefiere, enteras, pero oxidadas. Por el motivo que sea... bien o malintencionado.
Tú simplemente no te sueltas por el escuálido hilo de luz que corre por ellas, sabedor de que morirá si las cortas.
Por las migajas de pan que, de cuando en cuando, te traen a la boca y van prorrogando penosamente la agonía, pero que agradeces cada vez como un manjar del cielo.

La reflexión no puede ser otra.
No sirven. Sólo tiranizan. El extremo opuesto está más que muerto.
La vida no volverá a pasar por ellas.

.

martes, 20 de enero de 2009

Perdidos entre la niebla


Te envidio a ti.

Cuando pienso en ti y en mí.
Cuando pienso que las facilidades de los dos no fueron las mismas. No.
¿Acaso no es cierto que según nos hace la naturaleza, según el sexo que nos tocó por nacimiento, las ventajas o desventajas cambian?

Pues así, incluso, con desventaja por nacimiento, me rebelé, me decidí por la revolución y la llevé a cabo.
Perdí... lo sabes. No pude ganar a mis espaldas.
Tú, en cambio, por la ventaja contraria, no hizo falta que te vistieras de guerrillera.
Sin armas, sin guerras y sin luchas... ¡Dios mío, mis luchas!... tomaste una determinación contra una injusticia similar y ganaste.
Nadie te puso una zancadilla a partir de entonces.
Y te envidio.

Te envidio por lo conseguido y te aplaudo por la decisión de llevar adelante tus propósitos sin ceder un palmo... aunque te envidie, o aunque te odie.
Yo, vencido, sigo peleando por conseguir esos propósitos que tengo claros, y que ya no son revolucionarios.
Pero una soga que conoces bien los voltea para que no pueda sujetarlos.
Sigo peleando por no dejar que se pierdan día tras día entre la niebla.

.