domingo, 22 de noviembre de 2009

Laberinto


Laberinto de mis ojos y mi voluntad.
Qué tendrán estos años que nublan la claridad de la luz de primavera.
Ni infancia, ni adolescencia, ni juventud, con sus locuras y libertades, sus excesos y monteras, cegaron esa luz plácida.
La luz que nació con uno como un don regalado y gratuito.
Luz que acompañó tiempo, iluminando cada vuelta y recodo, cada túnel y caverna.

Imaginas, de pequeño, que nunca llegarás a una madurez que aprecias tan distante y tan imposible. Tan indeseable y lejana de tus ilusiones tan utópicas y tan bellas.
Prometes y prometes que girarás a la izquierda cuando llegue tu elección y tu momento.

Pero pasan los años... pasan las décadas.
¿Cuándo se bifurca el camino?
¿Cuándo vendrá el letrero y sus dos flechas?
¿Dónde está la orilla blanca y la orilla negra?

Pasan las décadas y ya eres grande.
Caminas con tu madurez inmadura, esperando aún la famosa pregunta de un ángel del cielo que baje a hacértela.
Pero no hay pregunta.
Tú eres la pregunta y la respuesta.
No has elegido porque no has parado, porque tus ojos siguen la senda del laberinto, sin pararte, sin detenerte, como si fueras un burro con orejeras.
La luz de primavera se fue cuando entraste en el laberinto detrás de los cantos de sirena.

Nueva década... nueva incógnita... nuevas dudas.
Aunque de esa luz preciosa todavía algo queda.

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